El suicidio asistido es uno de los temas que viene generando gran polémica durante los últimos años. Y es que en cierta medida, la aprobación legal de dicho método de morir, reafirmaría lo que supone el uso de la eutanasia como fórmula para liberar a una persona de una enfermedad incurable que solo genera sufrimiento en la persona.
Naturalmente, buena parte de la polémica es generada por el efecto que aún tienen organizaciones religiosas como lo es la Iglesia Católica. Y es comprensible que así sea, dada su filosofía de respeto a la vida, cuestión que de hecho, es compartida aún por las personas ateas.
Pero, ¿cuál es la diferencia entre este tipo de suicidio asistido y la eutanasia? ¿Representan ambas lo mismo?
Un suicidio asistido para aceptar un final
Holanda fue uno de los primeros países en el mundo en legalizar el suicidio asistido. Aquello ocurrió en el año del 2002 y desde entonces, se estima que anualmente, alrededor de unas 2.300 personas deciden dar fin a su vida a través de este método.
Tal como lo indica su nombre, se trata de un suicidio donde la persona decide de manera personal acabar su vida, teniendo en cuenta que está afrontando una enfermedad que realmente solo le está proporcionando dolor y que a largo plazo acabaría con su muerte.
De manera que este suicidio busca adelantar lo que es inminente. Para ello, se debe tener la asesoría de un médico que pueda proporcionarle al paciente el fármaco con el cual dar fin a su vida. Dicho medico también debe hacer acto de presencia en el momento del suicidio para comprobar la muerte de la persona.
Esta actitud del médico dista mucho de ser un acto de solidaridad y humanidad frente a la situación del paciente. Es necesario además, que previamente el suicidio sea avalado con documentos firmados por el mismo paciente, donde expresa su decisión.
¿Qué es entonces la eutanasia?
La eutanasia mientras tanto, es un procedimiento donde se busca dar fin a la vida de una persona que está afrontando una situación igual de crítica. En la eutanasia vuelve a tener fundamento el hecho de que la persona se encuentre frente a una situación irremediable, cuyo lógico final es la muerte.
La eutanasia puede ser considerada como activa o pasiva. En el caso de la activa, ésta ocurre cuando se le otorga un fármaco fulminante al paciente, lo que garantiza que la muerte acontezca de manera rápida y directa. Mientras tanto en el caso de la eutanasia pasiva, el proceso es un poco más lento.
En el caso de la eutanasia pasiva, implica por ejemplo que a la persona se le vaya retirando ciertos medicamentos, o bien, el servicio de ciertos aparatos médicos que le permiten mantenerse en vida. Se trata de una muerte que se completa paso a paso, hasta que inevitablemente llega el fin.
Hay que tener presente que a diferencia del suicidio asistido a la eutanasia también puede ser solicitada por los familiares. Esto ocurre en los casos en los que el paciente se encuentra en coma y no puede manifestar su deseo de recibir esta solución. La familia decide teniendo en cuenta la situación crítica en la que se encuentra la persona.
El gran debate
Ambos métodos de muerte coinciden en lo mismo. Es decir, buscan liberar a la persona de su sufrimiento. Actualmente, el suicidio voluntario tiene mucho más peso que la eutanasia, ya que en caso de ser aprobado, se estaría validando al mismo tiempo lo que supone la eutanasia.
Las legislaciones a favor de estas opciones se estancan siempre en torno a las tradiciones que existen frente al respeto a la vida y a la muerte, como condiciones sagradas que dependen de Dios, tal como lo indican las instituciones religiosas.
Pese a todo esto, cada vez son más las personas que consideran que estas opciones son también una alternativa para dignificar la vida y evitar que una persona consuma la felicidad de toda su existencia bajo la agonía una enfermedad incurable.
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